viernes, 14 de diciembre de 2012

PARÍS: ESTAMPAS GASTRÓPICAS


   París, ciudad de tópicos extravagantes y rincones melancólicos con un toque rebelde añejo. Los parisienses se saben admirados por el resto del universo y presumen de ello con una actitud entre arrogante y desenfadada. En el fondo Paris se muere de ganas de que la visitemos y por eso sentimos una  llamada antes de llegar y una horfandad al abandonarla. Durante  mi andadura parisina, además de disfrutar de los grandes y pequeños lugares de la ciudad  he podido experimentar algunos espisodios gastrónómicos, unos más predecibles y otros menos,   que me gustaria compartir con vosotros:

Ñam, ñam...
1º.- El Croasant menguante.  Si previamente ya me parecian una delicia, en París  saben todos a gloria. Mullidos, con un sabor inconfundible a mantequilla. Croasanes (denominacion a partir de su forma de cuarto creciente lunar) de una gran calidad.  En este caso  el primer mordisco se adelantó a la foto. Como la aspirina los tomé uno con cada comida,  ¡que les den a los triglicéridos!




Crêpes en París,  frixuelos en Asturies.
2º.- La  Crêpe  omnipresente. Encontré puestos en todas partes, Avda Champs Eliseés, Montmartre, alrededores de la Madeleine...No demasiado diferente de las que comemos por aquí aunque si se  percibía cierta maestría en su elaboración.  El resto como  en casa: Nutella, nata, sucrée o con mermeladas.





 Entra por los ojos más que por la boca.
3º.-  El Macaron  de luxe. Una  galleta Oreo pija de a 1'95 € unidad. Su sabor  recuerda al mazapán y se le añaden infinidad de aromas sutiles bastante elaborados: desde la mostaza a la frambuesa. Una delicia muy fina aunque quizá algo sobrevalorada. Para los valientes Lekué vende un kit para cocinarlos... Yo los encontré en Pierre Hermé (Avda de l'Opera, 39) y me atendieron como si comprase un anillo de diamantes.

 Ana, haciendo el típico gesto parisien.

4.- Bistros de Pin y Pon (también menguantes) Todo pequeñito, copitas de vino delicadas y diminutas, lo mismo con los vasos y el servicio de pan.  Como diría Iker, algo muy bizarro sucede con el espacio de los bistro y boulengeries en París: mesas de 30 x 30cm arrejuntadas  ayudan a socializar con el vecino,  conocer  su menú y  pasarle el codo por el moflete si no andas con ojo... Un camarero casi me desnuca con su bandeja, todo el mundo arriba cuando alguien siente el imperativo de ir  al toilette; vamos, un festival liliputiense ¿Dónde dejo el abrigo?


Cupcakes:para quien las quiera.
5.-Invasión de magdalenas alienígenas. Los cupcakes se hacen un hueco entre las abigarradas calles de la Île de la Cité. Colores imposibles y azucar glasé a borbotones. A mí personalmente me dan ganas de ponerlas en una urna del Louvre,  cualquier cosa menos  comerlas... Espero que sean una moda efímera. Afortunadamente no sustituyen ni mucho menos a los productos de  las tradicionales boulangeries...







 Colas, tan parisinas como la Tour Eiffel.
6.- Baguette-pasión. El pan está buenísimo; de leña o cereales siempre crujiente y con sabor. ¿Cómo lo harán? No es concebible un viaje  a la capital  sin visitar cualquier boulangerie  y probar alguno de sus  manjares; desde el quiché de champiñones hasta el bocadito en pan blanco de paté aliñado con  mostaza o una tartaleta de crema con albaricoque.  Estos deleites bien valen esperar una cola...


En definitiva la ville de l'amour, no demasiado saturada todavía por el pensamiento único culinario y preservando sus especialidades tradicionales, ofrece un buen número de oportunidades gastronómicas que conviene no dejar pasar. Dulce pero no empalagosa, grande y bella, autocomplaciente con buenas razones, la ciudad deja  buen sabor de boca sin  empachar.

París; tomad nota...  






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